Cortijo San Antón de Ambroz: Historia de una alquería centenaria

El Cortijo San Antón de Ambroz es una antigua alquería andalusí con más de cinco siglos de historia, ejemplo vivo del patrimonio rural de la Vega del Genil. Conserva elementos originales como aljibes, pozos y arquitectura tradicional. Su legado agrícola, cultural y social sigue muy presente, convirtiéndolo en símbolo de identidad y resistencia frente a la presión urbanística.

Orígenes como alquería andalusí

El Cortijo San Antón, situado en la barriada de Ambroz (municipio de Vegas del Genil, Granada), tiene sus raíces en la época nazarí. Originariamente fue una almunia o alquería andalusí – un recinto rural donde colonos árabes cultivaban huertas y frutales en la fértil vega granadina. Estas alquerías eran pequeñas explotaciones agrícolas que combinaban vivienda y terreno cultivable, a menudo propiedad de familias acomodadas de Granada. En el caso de San Antón, se trataba de una antigua almunia árabe anterior a 1492. Su emplazamiento en la vega, junto al actual camino GR-3304 que une Ambroz con Purchil, le otorgaba acceso al agua de acequias históricas y tierras fértiles.

Tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos, muchas alquerías pasaron a nuevas manos cristianas. El Cortijo de San Antón no fue la excepción: en la época de los Reyes Católicos perteneció a la Orden de Santiago de Granada. Esta orden religioso-militar, que participó en la conquista, recibió tierras en la Vega como encomienda. Durante ese período (siglos XVI-XVIII), San Antón mantuvo su vocación agrícola, posiblemente suministrando productos a Granada. Se cree que fue en esta época cuando el cortijo adoptó la advocación de San Antón (San Antonio Abad), santo muy venerado en entornos rurales como protector de animales y cosechas.

Evolución histórica y propietarios posteriores

on el paso de los siglos, San Antón continuó siendo una pieza codiciada de la Vega. En 1836, tras las desamortizaciones de bienes eclesiásticos, la finca fue subastada y adquirida por la familia Seijas Lozano. Este hecho marcó el inicio de la etapa contemporánea del cortijo bajo propiedad privada laica. La familia Seijas Lozano, originaria de la costa granadina, consolidó así su presencia en Ambroz. Uno de sus miembros más ilustres, Don Manuel Seijas Lozano (nacido en 1800), figuró entre los propietarios decimonónicos. En su testamento dejó estipulado un detalle revelador: si su única hija fallecía sin descendencia, el cortijo San Antón debía donarse al Colegio de Santiago de Granada. Este deseo indica la voluntad de legar el predio a una institución vinculada a la propia Orden de Santiago, reflejando quizá su compromiso con la educación o la Iglesia. Finalmente, la hija de Don Manuel sí tuvo sucesión, por lo que San Antón continuó en manos privadas familiares.

A lo largo del siglo XX, el cortijo pasó de generación en generación, siempre ligado a labores agrarias. No se tiene constancia pública de ventas o cambios de dueño significativos después de la familia Seijas Lozano, por lo que se presume que sigue siendo una propiedad privada de uso familiar. Este carácter familiar ha contribuido a la conservación de elementos históricos, aunque también ha significado un perfil discreto: San Antón no ha funcionado como museo ni equipamiento público, sino como cortijo en activo integrado en la vida rural local.

Arquitectura tradicional y valor patrimonial

El conjunto arquitectónico del Cortijo San Antón es el típico de los cortijos de la Vega de Granada. La casa principal se alza en torno a un posible patio de labor, acompañada de dependencias agrícolas (cámaras, establos o antiguos graneros), todo ello construido con materiales sencillos (mampostería, tapial y teja árabe), propios de la arquitectura popular agrícola. Uno de los rasgos más destacados es su entorno arbolado: grandes árboles centenarios rodean la vivienda principal, proporcionando sombra y definiendo una “mancha” vegetal visible. Esta arboleda –que podría incluir olmos, cipreses o castaños de indias plantados deliberadamente– era una solución tradicional para refrescar el ambiente estival y señalar la ubicación del cortijo desde lejos. De hecho, estudios sobre arquitectura agraria destacan a San Antón “como claro ejemplo de la implantación de los cortijos de vega en el territorio, mediante una mancha vegetal que circunda la vivienda principal a base de árboles de gran porte”.

Entre los elementos patrimoniales que se conservan en magnífico estado están dos aljibes y dos pozos históricos. Los aljibes (depósitos subterráneos de agua de lluvia) probablemente datan de época islámica o de los primeros años tras la Reconquista, garantizando el suministro hídrico incluso en veranos secos. Los pozos, por su parte, aprovechan el generoso acuífero de la vega. Que ambos aljibes y pozos sigan operativos hoy es indicativo del continuo uso agrícola y del mantenimiento diligente por parte de sus dueños.

En el cortijo no falta el típico empedrado en patios ni los muros encalados. Aunque es una propiedad privada y no monumental en el sentido clásico, su valor patrimonial es elevado por ser testimonio vivo de la historia rural granadina. De hecho, el Ayuntamiento de Vegas del Genil la incluye entre sus lugares de interés histórico local y forma parte de itinerarios culturales como la Ruta de las Alquerías, que recorre los cortijos tradicionales más emblemáticos del municipio.

Cabe mencionar que existen referencias fotográficas y documentales del cortijo en fuentes oficiales. Por ejemplo, la Diputación de Granada, a través de su Patronato de Turismo, identifica al Cortijo San Antón como recurso de interés cultural y ha difundido imágenes del mismo. Asimismo, es posible encontrar fotografías históricas en archivos municipales o provinciales que muestran el aspecto del cortijo y sus tierras en décadas pasadas. Estas imágenes antiguas –cuando están disponibles– constituyen un valioso testimonio visual de la evolución del lugar.

Usos agrícolas y vida en la Vega

Desde sus inicios como almunia, San Antón ha estado ligado a la producción agrícola de la Vega de Granada, conocida tradicionalmente como un vergel de la ciudad. En época andalusí es probable que se cultivaran frutales, moreras para seda, huertas de regadío y cereal de invierno. Tras la incorporación a Castilla, los cultivos de secano (trigo, cebada) se alternaron con las huertas de regadío gracias a las acequias heredadas de al-Ándalus.

Ya en el siglo XIX y buena parte del XX, el cortijo y sus tierras se adaptaron a los cultivos comerciales predominantes de la Vega: primero la remolacha azucarera (destinada a las azucareras de Granada y Santa Fe) y más tarde el tabaco y la vinea (maíz) en rotación. De hecho, Vegas del Genil fue uno de los municipios representativos del auge del tabaco en Granada durante el primer tercio del siglo XX, lo que dejó huella en el paisaje con la construcción de secaderos de tabaco. Es posible que en las dependencias de San Antón o en sus cercanías hubiera algún secadero (granero ventilado de madera y ladrillo) para el curado del tabaco, como ocurría en muchos cortijos de la zona – el cercano caserío Casa Blanca, sin ir más lejos, contaba con un secadero de finales del XIX.

La vida cotidiana en San Antón giró siempre en torno al ciclo agrario: siembras, riegos, cosechas y la cría puntual de ganado doméstico. Generaciones de jornaleros y caseros trabajaron estas tierras, manteniendo un acervo de saberes tradicionales. Hasta bien entrado el siglo XX, el cortijo fue autosuficiente en muchos aspectos: se horneaba pan, se elaboraba matanza de cerdo en invierno (no es casual que la olla de San Antón – potaje local a base de legumbres y chacinas – lleve el nombre del santo del cortijo), y la comunidad campesina celebraba con devoción las fiestas patronales.

La festividad de San Antón (17 de enero) se ha arraigado en la cultura local; antiguamente se encendían luminarias (hogueras) y se bendecían animales en honor al santo. En Ambroz esta tradición llegó a perderse, pero se ha recuperado recientemente la costumbre de compartir la olla de San Antón comunitaria cada mes de enero, en eventos organizados por la Asociación de Vecinos Virgen de los Remedios. Esta dimensión cultural y social evidencia cómo el Cortijo San Antón ha trascendido lo puramente arquitectónico, insertándose en la memoria colectiva de Vegas del Genil.

Transformaciones y actualidad

En las últimas décadas, el entorno del Cortijo San Antón ha experimentado cambios notables. Vegas del Genil, que se constituyó como municipio independiente en 1976, forma parte hoy del área metropolitana de Granada. La presión urbanística en la Vega ha ido en aumento, con nuevos barrios residenciales, polígonos y vías de comunicación que poco a poco reemplazan parcelas agrícolas.

Ambroz no ha sido ajeno a esta dinámica: su proximidad a la capital (a sólo ~12 km del centro de Granada) ha propiciado un crecimiento urbanístico que contrasta con el tradicional paisaje de huertas. A pesar de ello, San Antón sigue enclavado en una zona rural relativamente preservada, entre campos de cultivo que aún separan Ambroz de la vecina localidad de Purchil. El camino de San Antón, transitado antiguamente por carros y caballerías, es ahora una pista para paseantes y ciclistas que conecta con rutas verdes locales. Desde él puede apreciarse el cortijo emergiendo tras sus álamos y cipreses centenarios, como un recuerdo vivo de la antigua Vega.

Relevancia cultural y legado

El Cortijo San Antón de Ambroz no es sólo un edificio antiguo, sino un símbolo de la historia y la identidad de Vegas del Genil. Atesora más de cinco siglos de evolución, desde sus orígenes andalusíes hasta la actualidad. Su pervivencia aporta continuidad al paisaje agrario, ofreciendo a las nuevas generaciones un vínculo tangible con el pasado. Culturalmente, ha dado nombre a recetas, festividades y incluso a parajes (el Camino de San Antón). Socialmente, fue núcleo de una comunidad campesina y hoy es referente en rutas culturales y educativas locales.

Por todo ello, San Antón posee un elevado valor patrimonial: representa la arquitectura vernácula de la Vega, conserva elementos hidráulicos tradicionales, y mantiene vivo el recuerdo de modos de vida ya casi extinguidos. Diversas fuentes oficiales y académicas lo reconocen como parte del patrimonio municipal. Además, su caso ejemplifica la situación de muchos cortijos históricos de Granada: estructuras valiosas pero vulnerables ante el progreso.

Defender el Cortijo San Antón – investigando su historia, difundiendo su importancia y velando por su protección – significa también defender la Vega del Genil, ese rico paisaje cultural que nos conecta con nuestras raíces agrarias.

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