“A los Labradores”: homenaje en bronce a la memoria agrícola de Belicena y la Vega de Granada

La escultura A los Labradores Belicena, obra del escultor Assem Al Bacha, es un homenaje en bronce a los agricultores de la Vega de Granada. Ubicada junto al Centro de Interpretación de la Vega, forma parte del patrimonio cultural de Vegas del Genil y representa la memoria viva del mundo rural.

En pleno corazón de Belicena, una obra de arte silenciosa pero profundamente elocuente se alza como testimonio de siglos de historia labrada con las manos y el alma: la escultura “A los Labradores”. Fue instalada en 2007 junto al Centro de Interpretación de la Vega de Granada, en el espacio rehabilitado de un antiguo secadero de tabaco. Obra del escultor sirio-argentino Assem Al Bacha, este conjunto escultórico representa un homenaje permanente a las familias agricultoras de la Vega granadina y al espíritu laborioso que ha dado forma al paisaje físico y humano de Vegas del Genil.

Descripción artística y técnica de la escultura

La escultura está compuesta por dos figuras humanas, un hombre y una mujer, realizados en bronce fundido con pátina oscura, sentados sobre una base de granito gris. Ambos miran al frente, en actitud reflexiva, como si aguardaran el momento propicio para volver al campo. La escena no muestra acción, sino espera, evocando el tiempo pausado del mundo rural: la espera de la lluvia, del crecimiento del cultivo, del paso de las estaciones.

De estilo figurativo sobrio y con una clara vocación costumbrista, la obra transmite dignidad y serenidad. Las figuras, de proporciones humanas, presentan formas sólidas, angulosas y quietas, como esculpidas desde la memoria del artista sobre los propios vecinos que vio trabajar la tierra. La técnica utilizada es la fundición en bronce, mientras que el pedestal, de granito pulido, lleva grabada la dedicatoria “A los Labradores”.

Un contexto de homenaje y transformación rural

La obra fue inaugurada en 2007 en un momento clave para la identidad local. Vegas del Genil, históricamente vinculado a la agricultura y especialmente al cultivo de tabaco y remolacha, vivía una transición marcada por la expansión urbana y la pérdida progresiva de actividad agraria. Frente a este cambio, el Ayuntamiento impulsó esta escultura como un gesto de reconocimiento a quienes durante generaciones habían sostenido el municipio con su trabajo callado y constante.

La elección del lugar también tiene gran valor simbólico: el entorno de un secadero de tabaco restaurado, hoy convertido en museo, y rodeado de tierras aún fértiles, hace de esta escultura una bisagra entre la tradición y el presente, entre el pasado que nos trajo hasta aquí y el futuro que no puede construirse sin memoria.

Una pareja campesina como símbolo de toda una comarca

Lejos de representar a figuras individuales, los dos personajes simbolizan a todo un colectivo: los hombres y mujeres del campo. Su postura tranquila y su mutua compañía reflejan el equilibrio de la vida rural, donde el trabajo, la familia, la tierra y el tiempo se entrelazan. La escultura no idealiza ni dramatiza, simplemente retrata, con respeto y sobriedad, una forma de vida que ha modelado durante siglos la cultura de la Vega de Granada.

Este conjunto escultórico representa una imagen detenida en el tiempo, profundamente humana, cargada de reconocimiento hacia aquellos que, sin nombre, sin medallas, han construido la riqueza natural, social y cultural del municipio.

El Centro de Interpretación de la Vega: marco y memoria

La escultura se encuentra justo frente al Centro de Interpretación de la Vega de Granada, en Belicena, un espacio museístico que recupera el edificio de un antiguo secadero de tabaco de los años 50. Este centro alberga exposiciones sobre el paisaje, la agricultura, las costumbres y la historia de la Vega granadina, y funciona como punto de encuentro para iniciativas de educación y sensibilización sobre el entorno rural.

La relación entre la escultura y el centro es directa y complementaria: mientras que el museo ofrece el contenido histórico y documental, la escultura ofrece el gesto simbólico, la emoción materializada, el contacto directo con el homenaje que se pretende rendir.

Assem Al Bacha: un escultor entre dos mundos

El autor de la obra, Assem Al Bacha, nació en 1948 en Buenos Aires, hijo de emigrantes sirios. A los diez años regresó a Siria, donde se formó como artista en la Facultad de Bellas Artes de Damasco y más tarde en el Instituto Superior de Artes Plásticas de Moscú, donde se licenció en escultura.

En 1981 se trasladó a España, primero a Madrid y después, en 1991, a Granada, donde se instaló en Purchil, una de las localidades que componen Vegas del Genil. Allí vive y trabaja desde entonces, en un taller que él mismo acondicionó en otro antiguo secadero de tabaco, símbolo del paralelismo entre su vida y la historia que retrata con su arte.

Assem Al Bacha ha realizado más de 900 esculturas a lo largo de su carrera, expuestas en museos y espacios públicos de más de 25 países. Su estilo es profundamente humanista, expresivo y sobrio. A lo largo del tiempo ha trabajado con múltiples materiales —barro, madera, hierro forjado, bronce—, siempre buscando representar la experiencia humana desde la emoción y la resistencia.

En obras como “A los Labradores”, su lenguaje se torna más sereno, casi poético, mientras que en otras series, especialmente tras el estallido de la guerra en Siria, sus esculturas reflejan el dolor y el exilio con figuras alargadas, sin rostros, que gritan en silencio desde el hierro.

Una obra integrada en la vida del pueblo

Desde su instalación, la escultura “A los Labradores” se ha convertido en un referente local. Vecinos, escolares, visitantes y colectivos culturales la visitan, la fotografían y la integran en sus actividades. Su imagen aparece ya como símbolo de identidad en materiales gráficos, publicaciones y rutas de la memoria del municipio.

Más allá de su belleza plástica, la escultura funciona como un lugar de recogimiento, de reconocimiento, de dignificación. Allí se recuerda que sin labradores no habría vegas, ni casas, ni escuelas, ni municipios. Es un gesto de justicia histórica hecho arte público.

Patrimonio vivo para las generaciones futuras

“A los Labradores” no es solo una escultura, es una lección de historia local en bronce. Nos habla de quienes araron la tierra antes que nosotros, y nos interpela sobre qué futuro queremos construir sobre ese legado.

Su permanencia en Belicena es también un acto de resistencia cultural: frente al olvido, la especulación o el desconocimiento, esta obra nos recuerda de dónde venimos. Y lo hace sin estridencias, con la misma serenidad que los agricultores de la Vega mostraban al contemplar los surcos recién sembrados: sabiendo que, con tiempo, el trabajo da sus frutos.

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